martes, 20 de septiembre de 2011

(There isn't) Natural Beauty

Hoy volví a Santiago. Este fin de semana, por fiestas patrias en Chile, fuimos a Horcón, en la Quinta Región. 

Horcón es todo lo que la gente de la ciudad busca: una pequeña playa donde el atardecer se ve hermoso, tardes tranquilas y gente calmada, naturaleza por donde se mire y aire limpio. Yo creo que muchos, los que odian el ritmo de la ciudad, amarían estar ahí o quizás tener una pequeña casa de veraneo.

Sinceramente, yo odio Horcón. Más aún, odio la naturaleza. Sí, me gusta mirarla y estar un rato en ella, pero no soportaría vivir ahí. A mí me gusta Santiago, amo Santiago. Amo ese ritmo de vida agitado, amo los atardeceres tóxicos que se producen, cuando ves el cielo de tantos colores producto del smog; amo el hecho de estar en el centro, donde estoy cerca de todo, amo la infinidad de gente. Lo único en lo que me podría quejar son en los ruidos: nunca falta la moto que me despierta en mitad de la noche, pero no es que le dé mucha importancia a aquello.

Quizás deba ser la juventud, pero siento que lo mío es la ciudad cosmopólita, la ciudad que no duerme. Los viejos se pueden quedar con la quietud, los pajaritos y la gente aburrida. Yo prefiero lo bohemio y lleno de vida. 

martes, 13 de septiembre de 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

El cigarro que me acompaña

Hoy me cuentas que soñaste que me borraron la memoria. Yo, mientras tanto, del otro lado de la línea de comunicación, le hago click a un cigarro para que se transforme en uno mentolado y le doy una aspirada larga y pausada, dejando que todas las toxinas llenen mis pulmones. La música llena el espacio, junto con mi perro que se queja de que encendí un cigarro, estornudando... o lo que sea que hacen los perros que parece un estornudo.

¿Sabes? Deberían denunciarte por haber violado tantos copyright, principalmente el de Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, y guess what, la vida no es así, honey.
  
Durante mucho tiempo me pregunté si había tomado la decisión correcta, pero ahora no tengo ni la más puta idea de qué hice. No es que diga que me quiera devolver en el tiempo, pero si pudiese borrarme la memoria y limar asperezas de esa forma contigo, bienvenido sea.

Y ahora, the problem is... que no sé qué chucha tengo que hacer. Nadie me enseñó qué tengo que hacer en estas situaciones y no tengo nada como un "En caso de emeergencias, rompa el cristal". Admito que a veces huí de los problemas o, como yo digo, "tomé el camino más fácil". Y mientras apago el cigarro y escribo estas palabras, lo único que pienso es que la dificultad aquí radica en que sólo tengo un camino complicado y otro aún más complicado.

Daniela

Esta entrada es algo larga y muy personal. Si usted no está dispuesto a aburrirse, simplemente no la lea, ya que va dedicada a alguien en particular.

La conocí en la Escuela de Verano de la Universidad de Chile en 2009. Ambas estudiamos Literatura Contemporánea. Fue genial. Daniela es una de las pocas personas que se puede jactar de que me conoció con el pelo largo y azul. Yo era su Blue Bitch. Hicimos un click inmediato, donde compartíamos secretos y cositas varias, esos pequeños detalles que te acercan a la gente. Compartimos escritos, yo solía corregir algunos (Una grammarnazi nunca cambia). 

Aún recuerdo las mañanas tibias, ambas trabajando en Borges o en Cortázar. Teníamos una ardilla (bueno, más bien era una persona, Alexis, a quién le puse/pusimos Ardillita) y la cuidabamos. Eran buenos tiempos, aún cuando nadie en sano juicio hubiese decidido estudiar en vacaciones.

Las películas. El tiempo recobrado que, realmente, era tiempo perdido. Las parafilias. El hombre que le gustaba tener sexo con mancos. El mundo donde todos aparentaban ser y en la intimidad sólo eran descabellados.

Lo oculto. Lo que no se ve en la superficie. Aquello que sólo mostramos a pocos. Compartir lo oculto con un escrito, con decir "Este autor me identifica".

Si no mal recuerdo, tu tesina era de J. D. Salinger, ¿no? La mía fue de Anaïs Nin. Luego, cuando terminó el curso, la separación.

Volvíamos a hablar. Ella entró a estudiar Literatura Inglesa (una carrera, a mi juicio, hermosa por lo demás). Ella tuvo un romance con un profesor de literatura, mi sueño frustrado. La ví hundida. Su desesperación era demasiada. Yo estaba a 1200 kms de distancia. Puedo jurar que, de haber tenido el dinero, hubiese viajado para golpearla en la cara y luego para abrazarla y darle ánimos.

Ambas mirando el cielo desde distintos puntos de Chile. Una guitanilla y una pseudo-japonesita compartiendo un frasco de barbitúricos. Si esa no era la plena expresión del amor, de la amistad, de la hermandad del alma, no sé qué puede haber sido.

Separación definitiva. No habíamos vuelto a hablar.

Y ahora que te veo, que veo que estás normal (quizás con una decisión drástica de dejar de tu carrera, pero normal), me da alegría. Me dan deseos de que vuelva a nosotras ese verano del 2009, donde creíamos que la literatura y el mundo estaba a nuestros pies.

Gracias por agregarme a Twitter y hacerme recordar tan lindas cosas de nuestro pasado, @Dttin  

martes, 6 de septiembre de 2011

Prometo dejar de ser tan hikkikomori

Después de una grata velada donde @RyuuAkutabi por su cumpleaños el sábado pasado y después de haber conocido gente muy super-duper-cachilupis, decidí dejar de ser una maldita hikkikomori y sólo honrraré los días domingos para quedarme en la cama con pijama y no hacer nada.

Lo digo en serio porque la gente que conocí es cachilupis y quiero volver a verlos y molestarlos y... y... y picarlos en las costillas con un control remoto ♥

Lo digo en serio. Sí, ahora sí que hablo en serio.

... ¡Se los juro ;___;!

O bueno... quizás me tome algún tiempo acostumbrarme, pero de aquí a fin de año dejo de ser hikkikomori. HE DICHO.  

Listening to: Your girlfriend's Head - Zombina & The Skeletones.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La soledad de un vagabundo

Ayer vi a un vagabundo en la calle, algo que, lógicamente, no causa sorpresa considerando que vivo en Santiago. Pero ayer fue distinto.

Ayer iba por la feria, como de costumbre, cuando lo divisé. Estaba cobijado por la sombra de un árbol. Pasé a su lado y me miró directamente a los ojos, yo sólo me puse nerviosa y le sonreí. Lo que obtuve a cambio fue una sonrisa melancólica y con la mitad de dientes. 

Por alguna extraña razón, aquello me enterneció. Ahora lo pienso y me arrepiento de no haberle comprado nada o haberlo saludado...

Siempre me ha dado la impresión de que los vagabundos encarnan todo lo que las personas no quieren para sí mismos: son gente que ha perdido su hogar, su trabajo, su familia, su dignidad. Quienes pasan a su lado hacen como si no existieran. Cuando los vagabundos piden limosna, la gente hace oídos sordos y hay una gran cantidad que les dice "trabaja, conchetumadre", lo cuál es triste.

¿Qué pasaría si, de un día para otro, nos volviesemos vagabundos? ¿Qué pasaría si somos nosotros los que estamos abajo y la gente nos dice eso? Sinceramente, se me revuelve el estómago de pensar que alguien me puede tratar tan mal como se les trata a ellos.

Lo de ayer fue sólo una muestra de la soledad que un vagabundo debe vivir. Nadie les debe sonreír. Y, aunque yo sólo haya sonreído por nerviosismo, luego me dio gusto haberlo hecho. Hice sentir persona a alguien a quién ignoran todos los días. Hice sentir persona a alguien a quién le hacen sentir que no tiene lugar en el planeta.