jueves, 17 de noviembre de 2011

Introspección inservible

Hacía tiempo quería hacer una entrada íntima, pero no se me ocurrió bien hasta ahora... Más aún que me doy cuenta de que he dejado un poco botado el blog.

Todo quién me conozca está enterado (o medianamente enterado) de mi bisexualidad. No, esta entrada no consistirá de un exhibicionismo patético ni por estar à la mode sino que es la realidad (Meh, como si fuera gran cosa serlo...) y quisiera hacer una introspección sobre mi relación con el resto. 

Es curioso pensar actualmente en mi bisexualidad como en algo normal y que está tan pegado a mí como mi anillo favorito, especialmente porque no recuerdo en qué momento me volví consciente de mí misma y de mi actitud estrafalaria. Ahora que lo analizo, ni siquiera recuerdo cuándo me volví consciente de mi misma como persona, por lo mismo, se me hace curioso pensar que siempre me pareció normal.

Mi modelo de persona es occidental. Prefiero los ojos claros, la piel blanca como la nieve y el cabello oscuro (Aquí mismo debo admitir que tengo cierta aversión a los cabellos claros por una teoría que llevo manejando hace algún tiempo, pero que da para otra entrada). Casi nunca me he detenido a pensar en una personalidad ideal, ya que a medida que van surgiendo los rasgos, puedo considerarlos adorables o no. Sólo sé que no me gustan las personas creídas y muy quejumbrosas... Ni tampoco las mentirosas... Ni tampoco quién no sepa apreciar mi cariño... Ni quién no entienda mis bromas... Ni quién tenga faltas de ortografía (grammarnazi se nace)... y, meh, podría seguir. De hecho, para lograr que alguien me guste, debe cumplir una serie de requisitos, algunos lógicos, otros ridículos. Soy un tanto demasiado racional para el amor, a veces... Pero sólo a veces, eh.

Particularmente, y por motivos que desconozco, con ambos sexos me termino sintiendo como el hombre de la relación o, al menos, como la dominante. He llegado a reírme de lo mismo, de sentir que domino a hombres (tal cuál dominatrix lolololol), pero es la verdad. Siento que termino por imponer mi opinión y que soy yo quién protege, pero porque me gusta, no porque el otro sea una ameba, claro. Como suelo ser directa para hablar, pero intentando conservar mi poca diplomacia y casi nula elegancia, soy yo quién regala las frases sensuales e intenta atraer al otro. Soy yo quién intenta cumplir la función de intentar adorar al otro y que él/ella vea mi dedicación en ello. En resumen, soy yo quién recrea el ritual de apareamiento mientras el otro disfruta mirando cómo hago una danza amatoria.  

Muchas veces, dicho lo del párrafo anterior, me pregunto qué es lo que hace que alguien se interese en mí. ¿Carisma? No creo poseerlo. ¿Un buen cuerpo? Next reason, please. ¿Ser una nerd? Vamos, que ahora que todos son hipsters y shuper consheptuales enteros post-modernos, así que como está de moda, supongo que alguien sabe hacer eso mejor que yo. ¿Mi personalidad? Pero, ¿qué es lo que puedo tener de interesante si ni siquiera lo puedo ver en mí misma? (Le suplico a alguien que, si tiene la respuesta, me la diga. Le regalaré té y galletitas si lo hace :( en serio~)

*sigh* Meanwhile, me pregunto cómo deformé esta entrada...

Listening to: Pizzicato Five - Wild Strawberries.

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