domingo, 31 de marzo de 2013

。。。其れから雨 [... And then, rain]

4 AM.
Nowhere.

Cuatro de la mañana. Frío. Techo de zinc (o eso presupuse). Lluvia que cae incesante sobre el techo y revolotea, despertándome. Abrí los ojos, escuchando el sonido. 

Empecé a salir de mi capullo hecho de tela (pues son muchas frazadas las que hoy me cobijaron) y corrí la cortina. Unos ojos incandescentes me miraron, lo cuál me sobresaltó. Ah, la gata intentando resguardarse de la lluvia. Abrí la ventana para que entrase y se acurrucó en seguida a mi lado. Qué suerte que no estaba mojada, sino la cama hubiese terminado hecha un asco.

Volví a morir (Nota: fue un error de tipeo. Quise decir "mirar", pero sin querer escribí "morir". Me pareció una equivocación curiosa, a lo menos) por la ventana. La lluvia seguía cayendo y brillaba a contraluz con la luminaria.

Ayer estaba perdida. Hoy llueve. No entiendo nada. ¿Por qué debería entender? Hace rato dejé de entender las circunstancias que me rodean, sólo me limito a existir y con eso debería bastar. Sin embargo, llovía. Sin embargo, se mueve. Todo se mueve. Sin embargo, me quedé entre la niebla.

Ayer, niebla; hoy, lluvia. Semiótica. Mi tendencia a buscar símbolos, signos, mensajes, algo oculto, algo que me hable, donde no hay nada. ¿Por qué no se puede meter eso en mi cabeza?

Supongo que sería correcto dejar de asociar estados climáticos conmigo. Ellos y yo quizás no tenemos nada que ver y, sin embargo, quiero buscar un mensaje en ellos para sentir que algo vale la pena.

Listening to: The Smashing Pumpkins – Perfect.

sábado, 30 de marzo de 2013

Lost in the Mist

Frío. El día está helado y afuera de la casa, acá en el campo, hay una niebla espesa que no te deja ver nada. Sé que es de día por la luminosidad, pero si no fuera por eso, sería algo perdido, atemporal.

No hay nada mejor que hacer. Las actividades "campestres" no son lo mío y la gente que está acá lo sabe, sin embargo, intentan que no me sienta inútil (¡já!) por lo mismo, por ser tan citadina que no entiendo la lógica que rige en un lugar donde las máquinas no dominan.

Salí un rato, pensando que eso me relajaría. No encontré nada más que niebla espesa. Podía ver mis pies, pero a los tres pasos no sabía dónde estaba. Me giraba para ver si había algún indicativo y nada. Estaba perdida. Cuarenta minutos perdida...

Cuando pude volver a casa, después de dar un par de vueltas en círculos, me apegué a la estufa de leña, como una lagartija buscando el calor. Mí tía apareció con chocolate caliente (el cuál apenas probé por el asco que me dio el aroma), mencionó que estaban preocupados, que estaban a punto de salir a buscarme. Nadie se había dado cuenta de que salí sino hasta que notaron mi no-presencia. Expliqué que no supe bien cómo volví a casa, porque me perdí (y un comentario gracioso sobre el cómo siempre me pierdo pues no sé ubicarme cardinalmente. No sé sobre este/oeste, norte/sur, ni nada parecido). Ellos habían creído que salí a buscar moras pero luego se fijaron de que no llevé mi canasto. No, no fue así, sin embargo, me encontré con las frutillas. Deben ser las últimas que quedan, pues la temporada ya está acabando y estaban casi podridas.

Estar perdida en la niebla me hizo pensar muchas cosas y, de repente, tenía que dejar de caminar pues estaba ocupada conmigo misma. Era como... una recreación de mi mente. Sobre el cómo estar ahora mismo en mi mente.

Desde hace años me jacto de que no poseo la oratoria necesaria para expresarme, pero sé escribir (y creo que lo hago bien). Desde hace años me jacto de que no suelo saber mucho del mundo exterior, pero el mundo interior (mi mente) para mí es muy claro; siempre tengo (o tenía) claro lo que siento. 

Y estar perdida me hizo pensar, ¿qué de cierto tiene eso? Estoy confundida. Estoy perdida, tanto mi cuerpo como mi mente. No sé en qué posición me encuentro. ¿Quiero seguir o quiero quedarme parada entre la niebla? ¿Va a brillar el sol para que me dé cuenta dónde estoy parada?

La niebla no es un estado climático, ahora está dentro de mí. Como si al respirar, me la hubiese comido. Se huele el frío, sabe a moho. Sabe a algo que empapa todo, que envuelve todo. Todo se deshace alrededor y ya no queda noción de nada.

Si todos se dan cuenta de que estoy perdida, ¿por qué no pueden venir a buscarme? ¿es porque tienen la esperanza de que yo misma encuentre mi camino?

Sólo ahora me doy cuenta de lo incómodo que es para los otros que yo esté perdida... y lo incómodo que es sentirme perdida en mi propio cuerpo.

Listening to: 新宿ゲバルト – シグナス (Shinjuku Gewalt – Cygnus).



martes, 26 de marzo de 2013

A weird situation

Hace semanas que quería contactarle y fue complicado. Busqué por internet y otros métodos, nada funcionó. Los datos que precisaba no los encontré (¿acaso habré perdido mis habilidades stalker o es que lo que quería estaba realmente oculto?). Hasta que, por casualidad, encontré su tarjeta entre mis cosas. Una tarjeta que hace años perdí y se presentó cuando ya dejé de buscar.

Con manos temblorosas redacté algo. Sabía que no estaba del todo correcto y, cuando lo leí, pude encontrar muchos errores: algo inconexo, un error gramatical, algo disonante. Cambié todo. Lo borré todo. Repetí todo. Así unas tres veces. ¿Cuándo iba a estar perfecto? ¿Puse muchos detalles, puse muy pocos detalles? Pulsé el botón "Enviar" y le dí una honda calada al cigarro mentolado de mala calidad que tenía en la mano derecha. Solté de mi boca, de mis pulmones, el contenido. Una ola se arremolinó sobre mi cabeza, formando figuras redondas. Dí un sorbo a mi té y apagué el cigarro. 

A las horas, recibí la respuesta y me eché a temblar. Si tanto lo deseaba, ¿por qué me daba miedo esa respuesta? (Eso es fácil: siempre tiendo al auto-boicot. Muy pocas veces me siento merecedora de algo así que mi tendencia es arruinar mis chances...).

"Llámame a este número..."

Primer intento. El teléfono suena y me arrepiento de mi decisión, colgando a la segunda timbrada. No tengo el coraje de seguir. Lo pienso detenidamente y presupongo que no hay camino fácil para nadie. Segundo intento, fallido. El buzón de voz me anuncia que apagó el teléfono. Espero un par de horas más. Tercer intento. Era la misma voz que recuerdo de hace años atrás. Saluda con naturalidad y yo no puedo.

"Te escuchas nerviosa". Me río en forma nerviosa y lo niego aunque sé que es verdad. 
"Suenas angustiada". "Sí, un poco", respondo, intentando disimular.
"Ya me acordé de quién eres". Silencio. "¿Con detalles?". "Sí".

Mi mirada se pierde en el cuadro de flores de la sala, intentando reconocer algo en los pistilos falsamente pintados y pensando que hay varios detalles que me gustaría arreglar en ese cuadro, intentando desconectarme de la conversación.

Me incomoda que la otra persona no se incomode como yo (sí, el que el otro no se incomode me pone incómoda a mí, algo que no pasaba de antaño).

¿Sabes? Me gustaría haberte contactado en una mejor situación, pero no se puede...

Escucho como él se ríe ligeramente y menciona lo buena chica que soy, pero que qué se le va a hacer. Me disculpo por buscarlo sólo para cuando ya lo veo todo perdido. Presiento que él sonrió de medio lado. Se limitó a decir que los dos salimos ganando: él se queda con la consciencia limpia de que podrá ayudarme y yo me purgaré por todos mis pecados. Que ambos salimos ganando. Río tristemente y respondo "no, yo ya no puedo ganar...".

Una situación extraña porque, antes, no hubiese aceptado la derrota pero así es como es: Valentina ya no puede ganar. Sin embargo, aún puede torcerle la mano al destino. O, al menos, lo intentará...

Listening to: Lacrimosa – The Turning Point.

viernes, 1 de marzo de 2013

Ragtime

Mueve los pies al ritmo de la música mientras lee un libro de Anaïs Nin. No los clásicos, no los diarios de vida eróticos. Sólo la locura, el surrealismo. Je suis le plus malade des surrealistes. Tus ojos son demasiado grandes y están demasiado llorosos para un ser humano.

Su ciudad dormía del lado derecho, aplacada entre pastillas que calmaban la ansiedad. Ya no quiere soñar. Para ser alguien que se preocupa de no olvidar la historia, se traiciona a sí misma. Quiere olvidar, quiere no soñar. Ya no quiere más sueños lúcidos y que los recuerdos la invadan. Tres horas de duermevela. La ciudad se cambia al lado izquierdo, porque ese fue su lugar en la cama.

La ciudad desató sus puentes y encendió una chimenea mentolada. Se da cuenta de lo que ha estado haciendo, de que la historia cambia, de que no puede volver atrás.

幾つの罰を耐えたら僕はもう一度零に戻れる?(How many punishments I have to bear before I can return to zero once more?)

El Ragtime. Recoge los harapos. Deja de rasgar el tiempo. Limpia la ciudad. Aseo y ornato. En uno de los extremos de la ciudad no hay árboles ni puentes ni pavimento. Es sólo una tierra desnuda, pisoteada, muerta. Flores hechas con pequeños adornos, tallos de alambres para una tumba. Una mujer las riega, los tallos están oxidados.

Lo nuevo no es nuevo, lo nuevo no es nuevo, lo nuevo no es nuevo. 
Me quedé dormida, me recogieron y me metieron a un saco. 
Lo nuevo no es nuevo, lo nuevo no es nuevo, lo nuevo no es nuevo.

¿Estoy completa? Los brazos, los ojos, las piernas, el pelo. Todo en orden. Tomo un paraguas  y siento el aroma ahumado de sus cigarros. Lloré su muerte e intenté pararme.

Se acaba el ragtime. Hora de recoger los harapos y recomponer todo. Recógete sola. Fue un interludio asqueroso (porque la obertura fue cuando la ciudad estaba decorada, no llovía y la tierra era fértil y fructífera), es hora de seguir el espectáculo.

Alguien tome mi mano y bailemos jazz.

Listening to: FLOPPY – 火の鳥 (Phoenix).

P.S: Algún día tendré que dejar las malas metáforas...