lunes, 1 de agosto de 2011

La verdad es que aún no lo supero, ¿y qué?

Límpiate la boca siempre antes de hablar de mí.

¿Qué puedo esperar de ti? Claro, nada. Total, ¿de qué lado siempre estuvo la sinceridad? De mi lado, por supuesto. Porque me creía la Defensora de los Desamparados y creí que lo eras... pero, meh, un error tras otro. Me dan ganas de levantarte el dedo del medio y darte una cachetada por haber confundido mi bondad con debilidad. Al menos sé perder.

Muérdete la lengua siempre antes de hablar de mí.

Adivina quién te dio felicidades en la vida, algo que por ti sola no hubieses conseguido ni aunque te hubieses tirado al suelo a rogar.

No te mires al espejo cuando pienses en mí.

Realmente, si fuera tú, me daría vergüenza ver esa máscara de niña inocente cuando sabemos que siempre fuiste una manipuladora e interesada... no quisiera que te miraras, para que no te asustes.

Riéte en esa ridícula forma que sueles hacer cuando hables de mí.

Para que todos piensen que no tienes problemas con tu pasado y aún puedas mostrarte como alguien amable y que sabe perdonar... cosa muy lejos de la realidad.

¿Y yo? No, yo no soy como tú. Yo no sé perdonar. No te perdonaría, de hecho. Sólo escupo al olvido, sonrío descaradamente al espejo y pongo ojos de rabia cuando pienso en ti. Porque siempre he sido sincera con las expresiones de mi rostro e intento no aparentar.

Ojalá que leas estas palabras y este poema de ira dedicado a ti. Ojalá te preguntes "¿Era para mí?" y ojalá te preguntes por qué. ¿Quieres saber el por qué? Lee de nuevo... y pregúntate qué hechos me llevaron a hacer esto.

La gente como tú nunca va a cambiar, zorra de mierda.

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