domingo, 2 de diciembre de 2012

There's a lot of metaphysics in thinking about dreams

Ha pasado un buen rato desde que no abro mi blog, ¿casi unos cuatro meses? Desde cierta decepción que me llevé, no volví a pensar ni escribir nada, aún cuando el escribir es una de las pocas maneras que tengo de desahogarme. No suelo hablar del todo bien de mi emocionalidad, más que nada porque hay algo que me hace creer que, cada vez que abro la boca para alguna queja/hablar de mis emociones, molesto a la persona a quién me dirijo.

Pero ya no más. Yo misma me he dado cuenta de que es necesario para mí escribir, casi tanto como respirar. Si bien, actualmente soy feliz, no impide que creo que puedo sentirme aún más plena escribiendo.

Les contaré que, a pesar de todo, no he hecho otra cosa que soñar. En las últimas entradas que hice antes de desaparecer, lo único en lo que pensé fue "debo dejar de ser tan soñadora, sino cosas malas ocurrirán", pero no puedo evitar soñar.

Soñar ha sido el sentido de mi vida, nunca he tenido otra gran preocupación que no sea mi vida interior, esa donde abro una ventana dentro de mí y cultivo todo lo que deseo. No me baso en mi cuerpo ni en lo sensual (de los sentidos) para poder vivir, sino en recolectar la información y guardarla en los estantes de mi interioridad.

Nunca he pretendido ser más que una soñadora. Casi nunca presto atención a quienes me dicen que debo dejar eso de lado y vivir. Siempre he pertenecido a donde no estoy y lo que no puede ser. Todo es mío dentro de mí.

Nada le he pedido a la vida más que pasara sobre mí en forma ligera. Al amor no le pedí más que fuera un sueño remoto, algo que pudiese disfrutar pero sin que me golpeara en la cara (pues muchas veces me asustaba la idea de sentir algo tan arraigado dentro de mí). Me enamoraba la idea de enamorarme del amor, mas no vivir amando al punto de darlo todo de mí.

Mi manía de crear un mundo falso, un mundo de espejos luminosos donde los sueños son posibles me sigue acompañando y, de seguro, sólo cuando muera, ese mundo dejará de existir. Pero, es curioso, pues ahora existen muchos mundos dentro de mí.

Antes, el mundo luminoso no se tocaba con el mundo real, pues era contaminante. ¿Quién quiere guerras dentro de sí? ¿Quién quiere vivir para siempre? 

Ahora, siento el amor como algo arraigado y no me asusta, por más que a veces haya un nudo en la garganta que me hace preguntar cómo soy capaz de sentir algo así.

Ahora, el mundo real y el mundo de mis sueños pueden coexistir en armonía. Sigo soñando, sí, pero vivir es ser otra persona. Sentir algo como lo sentí ayer no es posible, es recordar lo que sentí ayer, como el cadáver vivo que ha venido hasta el hoy. Cada día siento algo nuevo, algo distinto, algo que me llena de vida. Ya no puedo sentir como ayer, pues no es más que una remembranza, no un sentimiento real.

Ser una nueva persona con cada madrugada. Es así el cómo puedo poseer imperfectamente lo que soy en la actualidad...

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Heh. Releyendo todo, ¿no pareciera que realmente extrañé escribir? Sí, también pienso que sí. Al parecer, hay mucha metafísica en hablar del mundo de mis sueños. 

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